MEDIO ORIENTE: HORROR, MUERTE, ESCUDOS HUMANOS Y DILEMAS
Domingo, 11 de Enero de 2009
EL PAIS › OPINION
Israel, lo judío y los dilemas de la historia
Por Ricardo Forster
1
En un ensayo medular, George Steiner despliega una honda y perturbadora reflexión alrededor del equívoco inevitable que atraviesa de lado a lado a esa extraña nación que llamamos Israel (digo extraña porque suele medírsela con una vara muy distinta a la que se utiliza con el resto de las naciones del mundo, una vara signada absoluto, por la pureza total de la que debería dar cuenta por su origen o la del más brutal de los envilecimientos que acaba por transformarla en la patria diabólica, en la nueva encarnación del mal; nada, cuando se habla de Israel, es directo ni ingenuo). Cito, entonces, a Steiner: “En el manifiesto fundacional y secular del sionismo, el Judenstaat de Herzl, el lenguaje y la visión imitan orgullosamente al nacionalismo de Bismarck.
Israel es una nación en grado máximo: vive armada hasta los dientes. Para sobrevivir día a día, ha obligado a otros hombres a vivir sin hogar, los ha convertido en seres serviles, desheredados (durante dos milenios, la dignidad del judío consistía en ser demasiado débil para hacer que otro ser humano viviese de forma tan inhóspita y difícil como él mismo). Las virtudes de Israel son las de la sitiada Esparta. Su propaganda, su retórica del autoengaño son tan desesperadas como las de cualquier nacionalismo de la historia. Bajo una presión externa e interna, la lealtad se ha atrofiado dando paso al patriotismo, y el patriotismo ha dado paso al chovinismo. ¿Qué lugar, qué excusa cabe en esa plaza fuerte para la ‘traición’ del profeta, para el rechazo de Spinoza a la tribu? El humanismo, dijo Rousseau, es ‘un hurto cometido contra la patrie’. Bien cierto”. (“El texto, tierra de nuestro hogar”).
Desde la lejanía de su historia, el pueblo de Israel ha sabido atravesar diversas vicisitudes tanto espirituales y materiales como políticas, culturales y sociales; ha conocido al dios de la guerra y de la venganza del mismo modo que supo escuchar la voz clara y potente de los profetas que clamaban contra las injusticias cometidas en su nombre; conoció el reino davídico-salomónico, ese que sería convertido en leyenda y en promesa restitutivo-mesiánica olvidando las penurias de los “constructores de los palacios”, esas masas anónimas que siempre fueron explotadas a lo largo de la historia, para enaltecer la majestuosidad de los poderosos amparados por el “brazo fuerte” de Yahvé; pero también conoció el exilio, la dispersión de las tribus, el sometimiento a los distintos imperios de la antigüedad; supo de la resignación y de la rebeldía; conoció la palabra única y desafiante de Amós y de Isaías que supieron desgarrar los velos de las mentiras y de las injusticias fundando una tradición que se continúa hasta nuestros días; desplegó los lenguajes de una nueva ética que supo hacer del huérfano, de la viuda, del pobre y del extranjero el eje central de la hospitalidad y del acogimiento del otro; supo construir la patria en el Libro cuando perdió la tierra natal.
En su seno convivieron el deseo tribal, ese que recogía los mitos y los símbolos de un pueblo único, fuerte, capaz de someter a otros pueblos y de erigirse en una nación poderosa, junto con la universalización de la promesa mesiánica, esa que se transformaría en el humus de las siembras más significativas que se hicieron en nombre de la libertad y la igualdad de todos los seres humanos. Pueblo girado sobre sí mismo, enclaustrado en su autorreferencialidad; pueblo de la escritura y de lo abierto, hijo de un nuevo cosmopolitismo asociado a la interpretación interminable del libro; pueblo del desarraigo convertido, por los poderosos de ayer a lo largo de dos milenios, en extranjero eterno, en paria, en labrador de palabras en el viento porque carecía de tierras para cultivar.
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Un pueblo, como escribía Franz Rosenzweig en La estrella de la redención, que al renunciar a dar la sangre en defensa de la tierra se convirtió en el pueblo de la eternidad del tiempo (por esas paradojas de la historia y de las pasiones, Rosenzweig pensaba que el destino del judaísmo se había sellado con esa renuncia que le había permitido sustraerse al olvido que la historia les tenía reservados a la mayoría de los pueblos de la antigüedad que decidieron dar sus vidas, derramar sus sangres, para defender un pedazo de tierra o un Estado, lo mismo da, transformándose apenas en una nota a pie de página en los libros de historia; renunciando a ese acto guerrero los judíos se transformaron radical y absolutamente haciendo de la diáspora y de la lectura el laberinto inconcluso de una patria sin dominios ni violencias que se fue construyendo alrededor y en el interior de ese libro quemado por los poderes cristianos a lo largo de siglos y siglos y que lleva el nombre de Talmud –libro sin potestades definitivas ni principios de autoridad demarcatorios y censores; libro de márgenes y glosas, de interpretaciones inacabables, de discusiones que subvierten la continuidad del tiempo–. A la sombra de ese libro inabarcable y de las escrituras bíblicas se levantaría, en los años dominados por la cristiandad medieval, la sabiduría de los cabalistas, maestros no sólo del lenguaje y de sus misterios sino portadores de una interrogación inagotable capaz de hurgar en los secretos del mundo mientras la hostilidad y la violencia se cegaban con los cuerpos y los libros del pueblo errante. De esa saga de lectores infatigables, de buceadores de perlas en los fondos oceánicos de la vida y de las escrituras, saldrían los heterodoxos y los herejes, los fieles cultores del ritual y los forjadores de nuevas sendas. Allí se inscribirían los nombres de Maimónides y de Spinoza, de Mendelsohn y de Marx, de Rosa Luxemburgo y de Walter Benjamin, de Sigmund Freud y de Franz Kafka. Nombres para recordar la rama dorada de un humanismo en vías de extinción, amenazado desde adentro y desde afuera por una sociedad de la depredación económica, cultural, militar y social. Hace tiempo que Israel ya no responde a esas tradiciones sino a la reinante razón de Estado, como la mayoría de las naciones del planeta. La vía nacional-militar que viene emprendiendo con mayor intensidad desde la Guerra de los Seis Días ha herido muy duramente a lo mejor que esa sociedad guardaba dentro de sí. Lo que le queda ahora es la mitificación y la sordera ante el dolor del otro, del despojado, del expropiado, del nuevo paria. ¿Era esa la razón de ser de los sueños de Buber y de Scholem, de Ahad Haam y de Leibowitz?
Para Rosenzweig, que escribió y vivió antes de la Shoá, la alternativa planteada por el sionismo se desviaba de lo que él consideraba las fuentes y las riquezas del judaísmo diaspórico, esa extraordinaria cualidad de habitar la eternidad del tiempo sin plegarse a las idolatrías nacionales. Discutió amargamente con Gershom Scholem quien, en esos años previos al nazismo, eligió dirigir sus pasos hacia Jerusalén para defender allí, junto a algunos otros entre los que se encontrarían el fundador de la Universidad Hebrea y Martin Buber, la idea de una nación para dos pueblos, la búsqueda de la convivencia judeo-palestina. Los sueños de Scholem y de Buber, también en parte los de Einstein, de aquello que se llamó el sionismo cultural y que aspiraba a un hogar compartido, quedarían seriamente dañados por el triunfo de la opción de un sionismo nacionalista y signatario de la Realpolitik que se apresuró a aniquilar cualquier posibilidad de diálogo y de entrelazamiento con las poblaciones árabes nativas, que también guardaban en su seno sectores que se oponían a cualquier acuerdo (vale la pena recordar las negociaciones con la Alemania hitleriana del muftí de Jerusalén –máximo representante palestino– para no pecar de ingenuidad histórica volcando la balanza y la responsabilidad de un solo lado). Un corte trágico se iniciaba, un corte que volvía a confrontar, en el interior de la experiencia judía, su núcleo tribal-nacional con su otro núcleo cosmopolita-universalista.
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Hace un par de años, sacudido por la guerra del Líbano escribí en este mismo diario las siguientes líneas que quisiera volver a citar: “Toda guerra es miserable y dolorosa; nada justifica la muerte de civiles, la destrucción de ciudades, el horror del bombardeo permanente. Matar en nombre de cualquier fe, religiosa o secular, es, siempre, un crimen. El ejército israelí mata, Hezbolá mata, Hamas mata, Siria mata, Irán mata, Estados Unidos mata... y la lista es mucho más larga, casi inacabable, y atraviesa la geografía entera del planeta. La guerra, en sus múltiples versiones y justificaciones, nos deja desamparados en tanto que seres humanos, nos comunica con la crueldad que llevamos muy dentro de nosotros. Por supuesto que no todas las guerras son iguales, ni todas las muertes representan lo mismo. Ha habido guerras inevitables, guerras brutales, guerras en nombre de la libertad que acabaron por expandir la opresión, guerras contra el totalitarismo, guerras de liberación nacional que expulsaron al opresor para imponer otro régimen de dominación tanto o más cruel y represivo. Israel no es la excepción, ni es la cenicienta de las naciones ni es el diablo, ese monstruo en el que lo quieren convertir algunos de nuestros progresistas. Israel ha librado distintas guerras, ha matado y ha sufrido, ha intentado tejer la paz y también la ha boicoteado, ha tenido en su interior voces ejemplares que llamaron y lo siguen haciendo insistentemente a la concordia entre los pueblos, que reclaman el derecho a un Estado palestino, y voces reaccionarias que sueñan con el Gran Israel proyectado desde las escrituras bíblicas y transformados, esos sueños, en delirios de dominación y destrucción. Israel es un país complejo, abigarrado, pleno de contradicciones, sus calles han sido y siguen siendo escenarios de debates políticos, de manifestaciones de distinto tipo, de exigencias en nombre de la paz y de la guerra”. Hoy, cuando escribo estas otras líneas mi pesimismo ha crecido indignado y hondamente dolido ante lo que el ejército israelí, como fuerza de opresión, está haciendo con el pueblo palestino y esto más allá de la excusa que se llama “Hamas” (que no representa los valores democrático-humanistas que ha sabido cultivar ese pueblo sufrido, que, antes bien, ha sido y sigue siendo un factor de violencia en nombre de otras formas del fanatismo). Se trata, ahora, en este preciso momento, de la supervivencia moral del pueblo y de la sociedad israelí, que ha optado en su mayoría por cerrar los ojos ante el sufrimiento del otro para cebarse en su propia ira profundamente atravesada por el prejuicio, la intolerancia y el olvido de su propia historia. Sin paz, sin derecho palestino a su Estado, sin abrir Jerusalén como ciudad de la hospitalidad, todos, tarde o temprano, y en especial los judíos, volveremos a ser extranjeros.
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http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-117998-2009-01-11.html
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Viernes, 28 de Julio de 2006
La guerra, Israel y ser judío
Por Ricardo Forster *
Toda guerra es miserable y dolorosa; nada justifica la muerte de civiles, la destrucción de ciudades, el horror del bombardeo permanente. Matar en nombre de cualquier fe, religiosa o secular, es, siempre, un crimen. El ejército israelí mata, Hezbolá mata, Hamas mata, Siria mata, Irán mata, Estados Unidos mata... y la lista es mucho más larga, casi inacabable, y atraviesa la geografía entera del planeta. La guerra, en sus múltiples versiones y justificaciones, nos deja desamparados en tanto que seres humanos, nos comunica con la crueldad que llevamos muy dentro de nosotros. Israel no es todo el judaísmo ni resume toda la extraordinaria historia judía; Israel es un Estado con sus contradicciones, con sus injusticias e, incluso, perdón ante tanta crítica, con sus logros.
Pero ser judío no es ser israelí, más allá de una corriente de afecto y solidaridad que podamos sentir hacia la tierra de nuestros lejanos ancestros, ni todos los judíos se sienten identificados con las políticas del Estado, e incluso están también aquellos que han desplegado críticas directas a la militarización de Israel a lo largo de los años. Pero tampoco es posible reducir brutalmente la historia judía, sus múltiples vicisitudes, su laberíntico camino, al puro y destemplado presente. El pasado nos habita, la memoria sigue escribiendo su texto en nuestros cuerpos, una memoria en la que la brutalidad de la guerra actual no puede ni debe decir la última palabra.
Es odioso, parcial, injusto homologar lo que está sucediendo hoy, ahora, en el Líbano, con la condición judía; de la misma manera que también es parcial y mentirosa la reducción del conflicto a la única responsabilidad israelí, como si el mundo árabe fuera una víctima inocente, injustamente atacada por un país agresor que lo único que quiere es oprimir eternamente al pueblo palestino y, de paso, destruir al Líbano. Resulta casi inverosímil leer solicitadas o columnas de opinión de intelectuales progresistas que colocan a Israel en el puro lugar del mal y no dicen una sola palabra de Hezbolá o de las políticas agresivas de Siria e Irán, que se callan ante la muerte de civiles israelíes pero que se desgarran las vestiduras ante la muerte de civiles palestinos o libaneses. Para ellos los muertos no valen lo mismo, los únicos asesinos son los soldados israelíes mientras que del otro lado sólo hay combatientes por la libertad y la paz. Tanta ingenuidad es algo más que inverosímil, es complicidad, es esa eterna justificación maniquea que en nombre de la causa, de la lucha antiimperialista o la que sea, elige qué muertos le son funcionales y dónde poner el acento de la compasión humanitaria.
A nosotros nos duelen todos los muertos y nunca dejamos de pronunciarnos contra las políticas que negaban el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado, del mismo modo que defendemos el derecho de Israel a la existencia sabiendo que ese derecho está siendo permanentemente amenazado por aquellos mismos que hoy se ofrecen, aunque constituyan un ejército armado hasta los dientes, como víctimas y que son reivindicados por nuestros progresistas bienpensantes. ¿O acaso los múltiples fracasos de los planes de paz, desde Camp David a Oslo, fueron responsabilidad exclusiva de los gobiernos israelíes? ¿Y qué decir de lo que Hamas proclama respecto de eliminar a Israel del mapa? ¿Y de las declaraciones del premier iraní que niega la Shoá? Israel está muy lejos de ser una niña bonita y virginal. Le caben, por supuesto, responsabilidades evidentes, pero eso no significa, no puede significar, reducir la tragedia del conflicto en Medio Oriente a la maldad “judía”.
*Filósofo. Profesor e investigador de la UBA.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-70576-2006-07-28.
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TERRORISMO
La guerra sin fin
Por Marcelo Birmajer
El título de este artículo no hace referencia sólo a una guerra que parece no terminar nunca –la del fundamentalismo islámico contra las democracias occidentales–, sino a la falta de finalidad por parte de los distintos componentes del bando de los cultores de la muerte: Hamás, Al Qaeda, Hezbolá, Yihad Islámica y otras tantas siglas o nombres que definen las mismas ideas y metodologías.
No hay fines. No hay objetivos. Al menos, no fines u objetivos que podamos descifrar con nuestra lógica. Es cierto que hay una tendencia, un impulso, tan pueril como literal: dominar el mundo. Hamás, Al Qaeda, Hezbolá declaman y actúan para someter el planeta a un régimen totalitario, represivo, fundamentalista islámico. Pero, en su recorrido hacia este sueño con tintes mágicos, a esta verdadera fantasía sangrienta, sus pasos son difíciles de reconocer. ¿Por qué actúan como actúan?
En estos días, el presidente de Israel, Simón Peres, un hombre que ha liderado el espectro más concesivo y pacifista del arco político israelí, el arquitecto de los acuerdos de Oslo, ha reconocido que no sabe por qué Hamás dispara misiles contra Israel desde la retirada de Gaza (2005). ¿Por qué nos disparan?, se pregunta Peres. Israel abandonó Gaza –con múltiples dificultades internas, batallando incruentamente contra sus propios ciudadanos disidentes–, y se disponía a seguir un plan de retiradas y permitir, por primera vez en la historia del Medio Oriente, la creación de un Estado palestino. ¿Por qué Hamás atenta contra esa dinámica?
El pasado 28 de diciembre un terrorista suicida que conducía una moto-bomba se hizo estallar en la ciudad de Mosul, 400 kilómetros al norte de Bagdad. Habitualmente, los terroristas suicidas iraquíes, partidarios de Al Qaeda o de cualquier otro grupo de fundamentalistas islámicos, suelen matar civiles iraquíes sin ton ni son: en mezquitas, mercados, calles especialmente pobladas. La prensa occidental suele culpar a Estados Unidos por estos crímenes, sin preguntarse mucho más al respecto y dando rápidamente vuelta a la página. Pero este atentado en particular, el del 28 de diciembre en Mosul, que se cobró la vida de al menos tres personas e hirió al menos a otras veinte, destaca por una singularidad estrafalaria: fue ejecutado en una manifestación antiisraelí.
El suicida-homicida atentó contra integrantes de una manifestación en contra de Israel con motivo de la incursión aérea israelí en Gaza. Mientras los diarios informaron de que el atentado tuvo como blanco al líder del Partido Islámico Iraquí –uno de los convocantes de la manifestación–, no logré encontrar información respecto a la identidad del suicida-homicida. (Sospecho que, al tratarse de un atentado tan bizarro, tan difícil de utilizar para culpabilizar a Bush, los diarios occidentales pasaron aún con más rapidez la página). Pero... ¿por qué atentó contra quienes se manifestaban contra Israel? Por la metodología y el país, es evidente que se trataba de un integrante de algún grupo filosóficamente allegado a Al Qaeda, Hamás o Hezbolá, y que competía contra rivales del mismo signo filosófico, aunque con objetivos políticos temporalmente disímiles.
Eso, en caso de que uno quiera hacer una lectura racional del crimen. Pero cabe la posibilidad de que matar ya se haya transformado para muchos de estos criminales en un vicio indetenible, en una adicción sin ton ni son. Y que el homicida-suicida simplemente haya aprovechado la ocasión porque vio gente reunida. Es una hipótesis que podríamos considerar.
Los alcohólicos y drogadictos que sólo se destruyen a sí mismos no violan ninguna ley, ni cometen, en mi opinión, ningún pecado. Son merecedores de comprensión y, si lo permiten, de ayuda. Pero también hay alcohólicos y drogadictos a los que la sustancia de su obsesión pone violentos y atacan al prójimo, ya sea descontrolados por efecto de la sustancia o para conseguirla.
La adicción al suicidio-homicidio no dispone de primera opción. Nunca puede ser privada. Necesita de público para ser. Estos adictos necesitan a quién matar. Preferentemente los judíos. Pero en Irak no hay judíos. Luego, los occidentales. Pero en Irak los occidentales suelen ser soldados americanos o estar protegidos por soldados americanos, lo cual dificulta su matanza. Luego, los civiles, sin atender a su posición política o social. Pero no siempre se los encuentra en grupo. Finalmente, pueden matar incluso a iraquíes antiisraelíes, sencillamente porque en ese momento eran fáciles de matar.
Es probable que Hamás esté lanzando cohetes, desde la retirada israelí de 2005 hasta hoy, simplemente porque le resulta sencillo hacerlo. Las muertes de israelíes y palestinos, la guerra, el caos, el padecimiento, no entran en su ecuación: les resulta sencillo lanzar misiles Kassam incluso en medio de una incursión aérea y terrestre de Israel; y entonces los lanzan. Bastaría con que dejasen de lanzarlos para detener la guerra, pero no pueden parar.
El día 2 de enero, el líder terrorista palestino Nizar Rayan, autoridad militar del grupo Hamás, fue ultimado por las Fuerzas de Defensa de Israel. Nizar Rayan fue el organizador de varios de atentados kamikazes que acabaron con la vida de civiles israelíes. Al momento de ser alcanzado por el fuego israelí –se trató de un bombardeo–, Nizar Rayan se hallaba en compañía de sus cuatro esposas y de otros tantos hijos. La pregunta que surge en una mente racional es: ¿por qué un terrorista al mando de los atentados kamikazes aguarda a sus enemigos jurados en compañía de sus esposas e hijos? Si los militares israelíes concurrieran a esta incursión sobre Gaza en compañía de sus esposas e hijos pequeños, la muerte de los mismos ya no sería culpa de los terroristas de Hamás, sino de los propios militares israelíes. Si en Israel, en lugar de llevar a los niños a los refugios y protegerlos con soldados, sucediera que los soldados se escondieran en los refugios y las labores defensivas quedaran en manos de niños, la muerte de éstos sería básicamente responsabilidad del propio Israel.
¿Por qué Rayan no pensó en salvar la vida de sus cuatro esposas, la vida de sus hijos? ¿Por qué planteó el campo de batalla en su propia casa? Posiblemente fuera la suya la misma lógica que la del suicida-homicida del atentado de Mosul: le resultaba más sencillo que seguir las leyes menos malas de la guerra. Hay un elemento, en el adicto al suicidio-homicidio, de lenidad, de desidia.
En estos días he leído y escuchado a decenas de periodistas manifestar su espanto –muchas veces recurren al término náuseas– por la acción defensiva del ejército de Israel. A mí lo que me causa espanto es la complicidad de los adultos de Hamás en la muerte de niños palestinos. La táctica de poner bombas en Israel para luego refugiarse entre cuatro esposas.
La guerra es horrible, pero la recurrencia a la propia familia como escudo humano es inadmisible. Sé que muchas personas, antes del violento final de su vida, se horrorizarían al saber que Nizar Rayan vivía con cuatro esposas (aunque no leí un solo artículo condenatorio previo); pero a mí lo que me horroriza es que, luego de matar a niños y mujeres en las calles de Israel, usase a esas cuatro esposas y a sus propios hijos como escudo. Contra esa lógica lucha Israel. Primero, en estos días terribles, con la lógica terrible de la guerra. Pero siempre, desde su fundación hasta hoy, con la esperanza inagotable de llegar un día a la lógica de la paz: un Estado palestino seguro junto a un Israel seguro.
http://revista.libertaddigital.com/la-guerra-sin-fin-1276236025.html
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Domingo, 11 de Enero de 2009
EL MUNDO
Cohetes destructivos
Tres cohetes Kasam destruyeron dos casas e hirieron a 24 personas en la ciudad israelí de Ashkelon. Según el diario de Tel Aviv Haaretz, 23 de las víctimas sólo sufrieron heridas leves. “Tuvieron que correr a refugiarse de los cohetes Kasam, se quejaban por la situación vivida y exhortaban a las fuerzas israelíes a terminar definitivamente con Hamas”, relató el diario israelí Ynet. Muchas de las personas evacuadas, continuó el matutino, se negaron a abandonar sus refugios antimisiles después del ataque y tuvieron que ser sacados a la fuerza por la policía. Los medios locales también informaron que dos cohetes Grad cayeron en las afueras de la ciudad de Ashdod y otro en Gan Yaneh. En los tres casos los misiles explotaron en áreas abiertas, lejos de los barrios. Los lanzamientos de cohetes desde la Franja de Gaza habían disminuido el día viernes, pero se reanudaron con fuerza ayer a la mañana. Según los cálculos del gobierno israelí, desde 2003 más de 9400 cohetes y morteros palestinos cayeron sobre territorio israelí. En las últimas dos semanas de ofensiva en Gaza, cuatro civiles israelíes murieron como consecuencia de estos ataques.
Permalink:http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/118008-37614-2009-01-11.html
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Domingo 11, Enero 2009
El Mundo
ENTREVISTA CON SHIMON PERES, PRESIDENTE DE ISRAEL
"En privado, los árabes piden que acabemos con Hamas"
El mandatario israelí y Nobel de la Paz habla de las razones actuales del conflicto.
Por: LA VANGUARDIA. ESPECIAL
1 de 1
PERES ."NO TENEMOS EL OBJETIVO DE CONQUISTAR GAZA. ESO QUEDO ATRÁS".
Son días difíciles para Israel y me imagino que para usted también. ¿Por qué regresó Israel a Gaza?
Israel no ha regresado a Gaza. Israel fue allí para detener los cohetes y misiles. En el 2005, ningún militar o ciudadano israelí se quedo allá. Hemos desmantelado nuestros asentamientos. La Franja estaba en manos de los palestinos, con fronteras abiertas y con comercio. El problema es la naturaleza de Hamas. Es la primera vez en la historia que un grupo tan fanático e irresponsable, se apodera de un pedazo de tierra, y la transforma en una base para disparar sin ninguna razón. Ningún país en el mundo podría aguantar 90 misiles al día lanzados sobre sus ciudadanos sin motivo. Tenemos que proteger a nuestra gente.
¿Qué siente ante las imágenes de decenas de familias y niños asesinados en Gaza?
No es nuestra elección . Es la falta de alternativas que nos llevó a ello. No es posible lograr la paz si dejás actuar a la gente que desea destruir la paz y les dejas manos libres. Yo le digo que el mundo al final nos agradecerá porque si dejamos a Hamas tener éxito, el mundo será incontrolable. Es un grupo ilegal. Empezaron su revolución contra la Autoridad Palestina. Mataron cientos de líderes y miembros de Al-Fatah en Gaza.
¿Qué diría a aquellos que dicen que Israel está cometiendo una masacre en Gaza?
¿Qué dirían si les cuento que Hamas está utilizando a niños para esconder armas, como escudos humanos?, ¿tienen respuesta para eso? Que dirían si les cuento que Hamas entierra armas dentro de las mezquitas? No estoy seguro de que conozcan los hechos. Pero aun así, ¿son capaces de cambiar el comportamiento de Hamas? Si pueden, se lo garantizo: ni un soldado israelí pisará Gaza.
¿Qué culpa tienen estos niños y adultos palestinos inocentes?
¿Quién dice que son culpables? Yo digo que es un crimen que ellos escondan granadas de mano en jardines de infantes. Nadie ha hecho algo similar en el pasado.
¿Le parece que la operación militar está logrando sus objetivos?
Fuimos atacados y tuvimos que defender nuestras vidas. No tenemos ningún objetivo de conquistar Gaza. Todo eso lo hemos dejado atrás. Lo que queremos es que nuestros ciudadanos sean libres. Que los niños puedan ir tranquilos al colegio cada mañana. Y que un millón de ciudadanos no tengan que vivir en refugios
¿Le parece que el mundo entiende a que se enfrenta Israel?
Depende a quiénes define como "el mundo". India, EEUU y China nos apoyan. La mayoría entiende perfectamente lo que estamos haciendo y sabe que somos gente pacífica y que no hemos buscado esta guerra. Evacuamos Gaza por nuestra iniciativa en el 2005. En nombre de la paz entregamos la tierra y las fuentes de agua, a quien quiera hacer la paz con nosotros. Los egipcios, los jordanos, los palestinos con los que estamos negociando. Creo que hay una lucha hoy, no un choque de civilizaciones: la tensión no es entre cristianos, judíos y musulmanes, sino entre la civilización, y la anti-civilización, o sea el terrorismo. Todas las religiones tienen sus extremistas. Si deseas dejarlos ganar, adelante. Verás que tipo de mundo conseguiríamos. Si se quiere frenarlos, hay que tomar medidas para hacerlo. En privado, los líderes árabes nos piden que terminemos con Hamas.
Se dice que Israel está dañando su imagen.
A veces hay que poner en peligro la imagen, para salvar la vida de nuestros ciudadanos. Nosotros también hemos perdido centenares de mujeres y niños en atentados. Además, no sé quién es el juez supremo. Creo que mucha gente que nos "condenó" públicamente, sabe íntimamente que tenemos razón, que cualquier país haría lo mismo.
Después de Rabin, por qué ningún líder israelí logró acuerdos de paz con los palestinos?
El problema desgraciadamente es la división entre los palestinos. Ningún líder israelí es capaz de unir o dividir a los árabes. Creo que el gobierno actual, desea la paz, no tengo la menor duda. Pero ni la AP ni Egipto fueron capaces de evitar que Hamas impida la creación de un Estado palestino.
¿Cuán cerca está la tregua y cuales son las condiciones israelies para lograrla?
La frontera de Rafah estará cerrada a las armas. No permitiremos el contrabando de armas por medio de los túneles y decimos que detengan los disparos y el terror. Lo único que queremos es ser un pueblo normal. Cuando alguien pide levantarse por la mañana sin bombas, ¿eso es una condición?
En el pasado, la posibilidad de mantener conversaciones con la OLP era un tabú. ¿Podrá haber diálogo con Hamas en el futuro?
¿Recuerda usted cuando comenzamos a hablar con la OLP? Cuando Arafat declaró que aceptaba la existencia del Estado de Israel. Si Hamas sigue sus pasos, no descartaríamos dialogar con esa organización. Nosotros luchamos contra la política del terror, que se opone a las negociaciones y a aceptar la existencia del Estado de Israel. Por lo tanto, no tenemos con quién dialogar, es como hablar con una pared.
Usted tiene 85 años, ¿cuáles son sus planes para el futuro?
Tengo un solo plan: contribuir a lograr la paz. Nadie, ni los árabes ni nosotros, tiene otra alternativa, creo que va a llegar. Al final todas las religiones entenderán que no hay que matar, y si existen minorías que perdieron los valores y la fe, hay que luchar contra ellos y frenarlos.
http://www.clarin.com/diario/2009/01/11/elmundo/i-01837363.htm
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video sobre Hamas sicidas y escudos humanos - llamados y panfletos desde Israel
http://www.youtube.com/watch?v=70Oqo_wmuGo
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