LECTURA RECOMENDADA: El periodismo del nuevo siglo por Ignacio Ramonet y otras notas

Ignacio Ramonet
(periodista. Entre 1990 y 2008 fue director de Le Monde Diplomatique)
IMPERDIBLE!!!!!
El periodismo del nuevo siglo
Ignacio Ramonet
La gente se pregunta a menudo sobre el papel que desempeñan los periodistas. No obstante, los periodistas están en vías de extinción. El sistema ya no quiere más periodistas. En este momento, puede funcionar sin ellos o, digamos, con periodistas reducidos a meros obreros de una cadena de montaje, como Charlot en la película "Tiempos Modernos", es decir, meros trabajadores que hacen retoques en los partes de agencia. Es necesario ver lo que son las redacciones actuales, tanto en los periódicos como en las radios y las televisiones. La gente conoce a los periodistas famosos que presentan los telediarios de la noche, pero detrás de ellos se esconden miles de periodistas que, sin embargo, son los que alimentan la maquinaria. La calidad del trabajo de los periodistas se encuentra en regresión, al igual que su estatus social. Se está produciendo una taylorización del trabajo de los periodistas.
En nuestro tiempo, el periodista está en vías de desaparición. Pienso que es un tema de actualidad y todos somos conscientes de que lo que se está produciendo hoy en día, especialmente en el ámbito de las nuevas tecnologías, concierne directamente a esta profesión.
Estamos asistiendo a una doble revolución, de índole tecnológica y económica. Quizás estamos experimentando, en este momento, lo que podría denominarse una segunda revolución capitalista. Esta revolución comporta muchas transformaciones y modifica sustancialmente el mundo de la comunicación y, en particular, el ámbito de la información, en la medida en que da lugar a una entronización del mercado y a la mundialización de la economía. Todo esto está en el centro mismo del tema que nos ocupa.
Ciertos elementos justifican la toma de conciencia de la transformación del periodismo. ¿Provocará esta mutación la desaparición del periodismo? Es la pregunta que, por supuesto, todos nos planteamos y a la que, me imagino, nadie se atreve, de momento al menos, a contestar. Me parece que una de las consecuencias de esta doble revolución es el siguiente fenómeno.
Las tres esferas
Hasta ahora podían distinguirse tres esferas, correspondientes a la cultura, la información y la comunicación. Estas tres esferas eran autónomas y contaban con su propio sistema de desarrollo. A partir de la revolución económica y tecnológica, la esfera de la comunicación tiene tendencia a absorber la información y la cultura. El fenómeno al que asistimos hoy en día es precisamente la absorción de la cultura por la comunicación, debido a que ya no hay sino cultura de masas. Igualmente, ya sólo hay información de masas; y la comunicación se dirige a las masas. Es un primer fenómeno de consecuencias muy importantes, porque la lógica que se impone en los ámbitos de la información y de la cultura es la de la comunicación.
De la misma manera y por las razones que acabo de mencionar, la información actual se caracteriza por tres aspectos. El primero es que la información, que durante siglos ha sido muy escasa o incluso inexistente, es actualmente superabundante.
La segunda característica es que la información, que había tenido un ritmo relativamente parsimonioso y lento, es ahora extremadamente rápida. Se puede decir que la velocidad es un factor íntimamente ligado a la información. Es algo que forma parte de la propia historia de la información. Desde que, en la segunda mitad del siglo XIX, la información experimentó un gran desarrollo, siempre ha existido una relación entre velocidad e información. Ahora, se ha llegado a una situación en que esta relación ha alcanzado un límite tal que plantea problemas, ya que la velocidad es la de la luz y la de la instantaneidad.
El tercer componente es que la información no tiene valor en sí misma por lo que se refiere, por ejemplo, a la verdad o a su eficacia cívica. La información es, ante todo, una mercancía y, en tanto que tal, está sometida a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, y no a otras leyes como, por ejemplo, los criterios cívicos o éticos.
Los fenómenos descritos hasta aquí comportan ciertas consecuencias de gran importancia. Primero, la transformación de la definición de información. Ya no es la misma que se enseñaba en las escuelas de periodismo o en las facultades de ciencias de la información. En la actualidad, informar es esencialmente hacer asistir a un acontecimiento, es decir, mostrarlo, situarse a un nivel en el que el objetivo consiste en decir que la mejor manera de informarse equivale a informarse directamente. Es ésta la relación que pone en cuestión al propio periodismo.
El periodista de ayer y el de hoy
Teóricamente, hasta ahora, se podía explicar el periodismo de la siguiente manera. El periodismo tenía una organización triangular: el acontecimiento, el intermediario y el ciudadano. El acontecimiento era transmitido por el intermediario, es decir, el periodista que lo filtraba, lo analizaba, lo contextualizaba y lo hacía repercutir sobre el ciudadano. Ésa era la relación que todos conocíamos. Ahora este triángulo se ha transformado en un eje. Está el acontecimiento y, a continuación, el ciudadano. A medio camino ya no existe un espejo, sino simplemente un cristal transparente. A través de la cámara de televisión, la cámara fotográfica o el reportaje, todos los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) intentan poner directamente en contacto al ciudadano con el acontecimiento.
Por tanto, se abre camino la idea de que este intermediario ya no es necesario, que uno ya puede informarse solo. La idea de la autoinformación se va imponiendo. Es una tendencia ciertamente peligrosa. Ya he tenido ocasión de desarrollarla, porque se basa esencialmente en la idea de que la mejor manera de informarse es convertirse en testigo; es decir, este sistema transforma a cualquier receptor en testigo. Es un sistema que integra y absorbe al propio testigo en el suceso. Ya no existe distancia entre ambos. El ciudadano queda englobado en el suceso. Forma parte del suceso, asiste a él. Ve a los soldados norteamericanos desembarcando en Somalia, ve a las tropas del señor Kabila entrando en Kinshasa. Está presente. El receptor ve directamente y, por tanto, participa en el acontecimiento. Se autoinforma. Si hay algún error, él es el responsable. El sistema culpabiliza al receptor, y éste ya no puede hablar de mentiras, puesto que se ha informado por su cuenta.
De la misma manera, el nuevo sistema da por buena la siguiente ecuación: "ver es comprender", lo cual puede parecer muy racional. Podemos decir que la racionalidad moderna, derivada del Siglo de las Luces, se ha construido en contra de esta ecuación. Ver no es comprender. Sólo se comprende con la razón. No se comprende con los ojos o con los sentidos. Con los sentidos, uno se equivoca. Por tanto, es la razón, el cerebro, el razonamiento, la inteligencia, lo que nos permite comprender. El sistema actual conduce inevitablemente o bien a la irracionalidad o bien al error.
El principio de la actualidad
Otra transformación es la que experimenta el principio mismo de actualidad. La actualidad es un concepto fuerte en el contexto de la información. Ahora bien, la actualidad es básicamente lo que dice el medio de comunicación dominante. Si éste afirma que algo forma parte de la actualidad, los demás medios de comunicación lo repetirán. Como el medio dominante actual es la televisión, será ésta el vector principal de la información y ya no solamente de la distracción. Es evidente que la televisión impondrá como actualidad todos aquellos acontecimientos que sean propios de su ámbito, acontecimientos esencialmente ricos en capital visual y en imágenes. Cualquier suceso de índole abstracto no estará nunca de actualidad en un medio de comunicación que ante todo es visual, porque entonces ya no se podría jugar con la ecuación "ver es comprender".
El sistema actual transforma asimismo el propio concepto de verdad, la exigencia de veracidad, que es importante en el ámbito de la información. ¿Qué es cierto y qué es falso? El sistema en el que evolucionamos funciona de la siguiente manera: si todos los medios de comunicación afirman que algo es cierto, entonces ¡es cierto! Si la prensa, la radio o la televisión dicen que algo es cierto, pues es cierto, aunque sea falso. Evidentemente, los conceptos de verdad y mentira han variado. El receptor no tiene más criterios de apreciación, ya que sólo puede orientarse comparando las informaciones de los diferentes medios de comunicación. Y si todos dicen lo mismo, está obligado a admitir que es verdad.
Por último, ha cambiado otro aspecto, el de la especificidad de cada medio de comunicación. Durante mucho tiempo, se podían contraponer entre sí prensa escrita, radio y televisión. Es cada vez más difícil hacer que compitan entre sí, porque los medios de comunicación hablan de sí mismos, repiten lo que dicen los otros medios de comunicación, lo dicen todo y, a la vez, dicen lo contrario. Así, pues, constituyen cada vez más una esfera de la información y un sistema único en el que es difícil hacer distinciones. Se podría decir también que este conjunto se complica aún más a causa de la revolución tecnológica. Se trata básicamente de la revolución numérica.
Los tres sistemas de signos
Hasta ahora, en el mundo de la comunicación disponíamos de tres sistemas de signos: el texto escrito, el sonido de la radio y la imagen. Cada uno de ellos ha dado lugar a un sistema tecnológico. El texto ha generado la edición, la imprenta, el libro, el periódico, la linotipia, la tipografía, la máquina de escribir, etc. El texto está, pues, en el origen de un verdadero sistema, al igual que el sonido, que ha dado lugar a la radio, el magnetófono y el disco. Por su parte, la imagen ha producido el cómic, el cine mudo, el cine sonoro, la televisión, el vídeo, etc. La revolución numérica está haciendo converger de nuevo los sistemas de signos hacia un sistema único: texto, sonido e imagen pueden, a partir de ahora, expresarse en forma de "byte". Son los llamados multimedia. Todo ello significa que, para vehicular un texto en sonido y en imágenes, ya no puede establecerse una diferencia entre los sistemas tecnológicos. El mismo vehículo permite transportar los tres géneros a la velocidad de la luz.
Se pueden enviar textos, sonidos e imágenes a la velocidad de la luz, conjuntamente o por separado. Este sistema supone una transformación radical, porque modifica nuestra profesión en la medida en que han dejado de existir las diferencias entre el sistema textual, el sistema sonoro y el sistema visual. Sólo hay un sistema que se expresa con los dígitos 0 y 1 y que circula por los mismos canales. Hoy en día, independientemente del sistema, todo circula de la misma manera y a la velocidad de la luz.
Estamos asistiendo en nuestra época, a una segunda revolución tecnológica. Si la revolución industrial consistía, de alguna manera, en cambiar el músculo por la máquina, es decir, en sustituir la fuerza física por la de la máquina, la revolución tecnológica que vivimos en la actualidad hace pensar que la máquina desempeña el papel del cerebro y que ésta realiza funciones cada vez más numerosas e importantes del cerebro. La revolución tecnológica que estamos afrontando es la de la "cerebralización" de las máquinas. Éstas disponen ahora de cerebro; lo que no quiere decir forzosamente que dispongan de inteligencia.
Pasemos a otro aspecto muy importante: en la actualidad, la revolución numérica permite conectar a la red todas estas máquinas "cerebralizadas". En cuanto una máquina tiene cerebro, puedo conectarla o hiperconectarla. Puedo conseguir que todas las máquinas informatizadas, todas las máquinas electrónicas, estén conectadas entre sí de alguna manera. Es por eso que se habla de vehículo inteligente, de vehículo asociado al teléfono, a la radio, etc. Todo está conectado. Todas las máquinas del mundo pueden estar conectadas. El sistema de comunicaciones crea una red, un tejido que envuelve el conjunto del planeta, permitiendo el intercambio intensivo de información.
Más información no significa más libertad
Tal como hemos indicado, vivimos en un sistema de producción superabundante de informaciones. ¿Qué significa esto en la práctica? Se trata de una pregunta muy importante. Durante mucho tiempo, la información era muy escasa o incluso inexistente y el control de la información permitía dos cosas.
En primer lugar, una información escasa era una información cara, que podía venderse y dar lugar a una verdadera fortuna. Por otro lado, una información escasa proporcionaba poder a quienes la poseían. En un sistema en el que la información es superabundante, resulta evidente que estas dos consideraciones sobre los beneficios de la información no actúan de la misma manera.
Es algo que se puede constatar desde 1989, año de la caída del muro de Berlín. Hemos roto las últimas barreras que se oponían intelectualmente al avance de la libertad a escala internacional. Ahora la libertad ha progresado. Disponemos de todas las informaciones, estamos en la era de Internet, e Internet nos permite acceder a todo tipo de informaciones. Estamos en una fase de superabundancia. ¿Aumenta por eso mi libertad? En realidad, se observa que no aumenta más, pues nos encontramos en una época en la que aumenta la confusión.
La cuestión que se plantea es: si continúo añadiendo información, ¿acabará disminuyendo mi libertad? La información llevada al máximo, ¿no acabará provocando un nivel mínimo de libertad, como en otros tiempos? Se trata, por supuesto, de una pregunta, pero creo que se debe plantear ahora, porque el sistema hoy en vigor nos muestra constantemente que todo incremento de información supone una amputación de la libertad. La forma moderna de la censura consiste en añadir y acumular información. La forma moderna y democrática que adopta la censura no se basa en la supresión de información, sino en el exceso de ésta. Por consiguiente, estamos ante un planteamiento de la máxima importancia. Es una situación nueva, ya que desde hace doscientos años, desde el siglo XVIII, hemos asociado una mayor información a una mayor libertad. Si ahora hay que empezar a decir que más información implica menos libertad, habrá que desarrollar unos mecanismos intelectuales muy distintos.
Al plantearnos estas cuestiones, tenemos el convencimiento de que una información de tipo cuantitativo no resuelve los problemas que pretendemos resolver. La información ha de tener algún elemento cualitativo, aunque no sepamos demasiado bien cuál. Pero sabemos que presenta dos aspectos: credibilidad y fiabilidad. En otras palabras, por muy abundante que sea la información, la que más me interesa es la que es creíble y fiable y, por tanto, la que tiene un mínimo de garantías relacionadas con la ética, la honestidad, la deontología o la moral de la información.
La información en directo
Ante la superabundancia de informaciones, se puede acceder a fuentes de información en directo. Sin embargo, sigue vigente una pregunta, incluso en este contexto, ¿cuáles son las informaciones que se nos esconden, cuáles son las informaciones de las que no se quiere que nos enteremos? Esta pregunta es crucial. Actualmente, algunos asuntos nos recuerdan su importancia. Y quisiera acabar con esta consideración: ante todas las transformaciones a las que finalmente nos enfrentamos, debemos preguntarnos cuáles son los problemas para los que el periodismo es la solución en el contexto actual. Si sabemos responder a esta pregunta, el periodismo nunca será abolido.
Por otra parte, también se plantea la cuestión de la relación entre información y verdad. Considero que la verdad, aunque no siempre sea fácil determinarla, es un criterio que debería tener una cierta pertinencia en lo referente a la información. Se debería considerar que tiene algo que ver con la información. Ahora bien, hoy en día al sistema no le sirve de nada la verdad. Considera que la verdad y la mentira no son criterios pertinentes en temas de información. Actúa de forma totalmente indiferente ante la verdad o la mentira.
En primer lugar, porque no pretende mentir y, por tanto no tiene mala conciencia. Pero existen criterios mucho más interesantes. ¿Qué aspectos dan valor a una información? Podríamos plantearnos esta pregunta. Es fácil comprobar que cuanto más cerca de la verdad está una información, más cara es, y cuanto más alejada está, más barata resulta. Todo el mundo sabe que esto no tiene nada que ver con el asunto. Lo que da valor a una información es el número de personas potencialmente interesadas en ella, pero ese número no tiene nada que ver con la verdad. Puedo decir una gran mentira que interese a mucha gente y venderla muy cara.
En 1997, se juzgó en Alemania a un colega periodista, Michael Born, que fue condenado por haber vendido unos cuantos reportajes de actualidad a cadenas de televisión, que los habían ido comprando durante mucho tiempo. Todo estaba trucado: actores, decorados, lugares que no tenían nada que ver con la realidad. Todo era falso. Y vendía a buen precio esos reportajes, porque eran exactamente lo que las cadenas querían tener (ha explicado sus hazañas en un libro que acaba de aparecer en Alemania, titulado "Quien falsifica una vez...", ediciones KiWi, 1998). Fue un juez, un inspector fiscal, el único en descubrir que un reportaje muy espectacular sobre los vendedores de droga en un barrio de una ciudad alemana había sido totalmente falsificado.
En segundo lugar, ¿qué confiere valor a una información? A pesar de ser algo relativamente tradicional, hoy se ha llegado al límite: el valor de una información depende de la rapidez con la que se difunde. Si alguien dispone de una información y la difunde al cabo de un mes, ha perdido gran parte de su valor. Pero la pregunta es: ¿cuál es la rapidez adecuada? Actualmente, es la instantaneidad, y es evidente que la instantaneidad comporta muchos riesgos.
Un periodista, ¿qué es?
¿Qué es un periodista? Si analizamos la palabra, un periodista ("journaliste") es un "analista del día". Sólo dispone de un día para analizar lo que ha pasado. Se puede decir que un periodista es rápido, si consigue analizar, en un día, lo que pasa. Pero actualmente todo se produce en directo y en tiempo real; es enseguida, tanto en la televisión como en la radio. La instantaneidad se ha convertido en el ritmo normal de la información. Un periodista ya no debería llamarse periodista hoy en día. Debería llamarse instantaneísta. Pero todavía no sabemos analizar al instante. Por tanto, no hay análisis, ya que no hay distancia. Al final, el periodista tiene cada vez mayor tendencia a convertirse en un simple vehículo. Es el canal que enlaza el suceso y su difusión. No tiene tiempo de filtrar, ni de comparar, porque si pierde mucho tiempo haciéndolo sus colegas le ganarían la partida. Y, por supuesto, alguien se lo reprocharía.
Estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes (instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica. Nosotros, aquí, todavía nos lo creemos, pero ¿acaso no seremos un recuerdo? ¿Somos reales? ¿Virtuales?
La información tiene un valor mercantil y el sistema se organiza para comprar y vender informaciones que tengan un valor mercantil, sin ninguna referencia ya a la generosidad cívica. Esto no quiere decir que en este sistema no afloren algunas verdades o que no haya periodistas que hagan su trabajo. En algunas ocasiones, la información sigue siendo un instrumento útil para despertar el sentido cívico.
Como nos encontramos en un movimiento que se puede llamar de homogeneización cultural a escala planetaria, a pesar de las resistencias (que, por otra parte, deseamos ver reforzadas), este fenómeno tiene tendencia a imponer sus modelos en todo el mundo. ¿Cuál es el modelo actual en el ámbito de la información? Es la CNN. Cada vez gana más terreno la información basada en imágenes y sonidos, difundida permanentemente por una cadena que tiene capacidad planetaria. Muy probablemente, este modelo irá impregnando poco a poco todos los demás.
El telediario que vemos en Francia a las ocho de la tarde es, en este momento, un tipo de modelo universal. Con todas las diferencias culturales que se quiera, la estructura de la narración, la retórica, es la misma en todas partes. Ya sea en el interior de Bolivia, el sur de África o en el corazón de la India, allá donde haya un telediario, estará hecho de la misma manera. ¿Pero es la única manera de hacer un telediario? No, sólo es un modelo.
Este modelo fue inventado por la CBS en los años 60 y el primer presentador fue un señor llamado Walter Cronkite. Se inventó esta fórmula, con un presentador único que está desde el principio hasta el final; no se hacía antes así. En los telediarios del tipo arcaico tradicional, se sucedían varios presentadores, como en los periódicos, donde cada uno habla del tema que conoce. Por otra parte, también se decidió dar informaciones muy cortas, para no aburrir al público, y así funciona de un extremo a otro del planeta.
Francia adoptó este modelo hacia mediados de los años 70 (el primero fue Joseph Pasteur), pero se trata de un modelo importado. En este sentido, no somos muy distintos de cualquier país exótico. Hemos adoptado un modelo norteamericano.
¿Qué ocurre en la actualidad? Aparecen cadenas de información continua; LCI es una de ellas, los británicos han creado Skynews; y se crearán otras. ¿Qué son? Son imitaciones de la CNN. Mañana, estarán en el mundo árabe, en África negra, en Sudamérica ya las tienen, etc.
Todo el mundo se expresa igual
Independientemente del contenido, que siempre será diferente y variará en función de cada realidad, la estructura narrativa, el modelo retórico, es universal. Todo va muy deprisa. En quince años, este modelo universal se ha extendido por todo el planeta, y todo el mundo ya se expresa de la misma manera.
Los ejemplos considerados aquí - Pekín, Berlín, Rumania - no los he escogido porque estén alejados en el tiempo (1989), que lo están, evidentemente, sino sobre todo porque son exponentes de lo que se llama "fracturas inaugurales". Todo empezó con ellos. Cito estos ejemplos porque estos acontecimientos fueron los primeros en permitir definir el funcionamiento posterior. No lo hemos comprendido sino más tarde.
Se podrían añadir otros casos; no escasean los ejemplos, pero el análisis sería el mismo. Tomo ejemplos alejados en el tiempo y en el espacio, porque creo que permiten ver con más claridad los mecanismos que hacen que esto se produzca. Si se eligen ejemplos muy cercanos, la anécdota puede ocultarnos el mecanismo, de la misma manera que, en su época, los acontecimientos de Pekín o Rumania no nos permitieron ver lo que ocurría desde el punto de vista mediático, finalmente el aspecto más interesante de lo que estaba ocurriendo. Porque lo que sucedía en el mundo de los medios de comunicación era más interesante, a la vista de las consecuencias posteriores que tuvo. Si no, todos los días se pueden encontrar ejemplos mediáticos de disfunciones, en el sentido amplio de la palabra, ya sea en la radio, en la televisión o en la prensa.
En cuanto al poder, cabe decir que se ha convertido en una noción confusa. Ya no se sabe demasiado bien dónde está. Los que creen tenerlo se dan cuenta de que no lo tienen. Me parece que, jugando un poco con las palabras, lo que antes se llamaba el cuarto poder ahora es más bien el segundo. Pero sus funciones han cambiado: el cuarto poder era la censura de los otros tres, mientras que aquí, el segundo se plantea en términos de influencia global y general sobre el funcionamiento de las sociedades.
En la actualidad, se considera que el poder se ha desplazado esencialmente hacia la esfera de la economía y, dentro de ella, hacia el ámbito financiero. Los mercados financieros son los que, en definitiva, dictan y determinan el comportamiento de los responsables políticos. Sin embargo, globalmente subsiste un malentendido: los ciudadanos se movilizan porque piensan que su capacidad de intervención en el marco de la democracia consiste en votar, pero en cuanto han votado y escogido a alguien, éste descubre a su vez que, de hecho, no puede hacer gran cosa.
Veamos el caso del presidente Chirac que fue elegido en mayo de 1995 con un determinado programa y que, apenas cinco meses más tarde, en octubre de ese mismo año, nos vino a decir en esencia: "Yo no tenía razón, era Balladur quien la tenía, y de ahora en adelante aplicaré el programa de Balladur". Recientemente, en una conversación con los periodistas, ha dicho que no podía hacer gran cosa "debido al inmovilismo de la sociedad y a los imperativos europeos".
De hecho, esto equivale a decir que el jefe de un ejecutivo fuerte, uno de los más fuertes del mundo como sistema político, se revela impotente ante los compromisos que ha adoptado, que son considerados algo así como movimientos tectónicos. Éste es el problema del poder, en el que los medios de comunicación desempeñan un papel secundario.
Los riesgos para la democracia
La pregunta que debemos plantearnos es precisamente si, en este contexto, no existe un riesgo para la democracia. Evidentemente, cualquier demócrata ha de sentirse inquieto. Si el señor Chirac tiene razón, cabe preguntarse de qué sirve elegir a un jefe de Estado, si poco después éste se ve obligado a admitir que no puede avanzar.
El asunto se plantea entonces en los siguientes términos: ¿por qué los políticos, en algún momento, tomaron la decisión de permitir que los mercados financieros quedasen fuera del alcance de sus acciones? ¿Quién les autorizó a hacerlo? Son éstas unas decisiones que ya se han tomado. Se decidió privatizar el Banco de Francia y no hubo ningún referéndum. Se decidió que la moneda ya no dependería de la soberanía popular, y no obstante la moneda es un instrumento de soberanía.
¿Qué es la soberanía en la actualidad? No son las fronteras, ni la política exterior, ni la seguridad. ¿Dónde está la soberanía? Se diluye; el poder se diluye y sabemos que se produce una especie de proyección de estas responsabilidades hacia el exterior y que, en estas circunstancias, la propia estructura del poder, a escala planetaria, ha quedado trastocada.
Es más, vivimos en un mundo que ha dejado de estar dividido en bloques, en el que las organizaciones internacionales ya no desempeñan el papel que tenían y en el que Estados Unidos ejerce una hegemonía geopolítica "de facto". Se trata, por tanto, de un mundo en el que los mercados financieros exigen la aplicación de una determinada política, fijada por la OCDE y el FMI, y en el que todos los gobiernos, sean del color que sean, socialista en Italia, de derecha conservadora en España, de izquierda en Portugal, llevan a cabo exactamente la misma política, que tiene las mismas repercusiones para la sociedad. Es un ejemplo claro de que la política actual va a remolque de la economía y que ésta no es la economía real sino la economía financiera, la economía especulativa. Lo cierto es que ésas son las características de nuestro planeta.
¿Qué función tienen los medios de comunicación en este contexto? Mi análisis es el siguiente. Vivimos una nueva situación de crisis, no de crisis en el sentido económico y social del término, sino una crisis de civilización, una crisis que podría llamarse de visión del momento en que vivimos. La dificultad a la que nos enfrentamos actualmente es que se está produciendo toda una serie de fenómenos a escala planetaria que han transformado la arquitectura intelectual y cultural en la que nos desenvolvemos, pero somos incapaces de describir el edificio en el interior del cual nos encontramos. Es una crisis de inteligibilidad. Hemos de hacer frente a una crisis de inteligibilidad. Sabemos que las cosas han cambiado, disponemos de instrumentos intelectuales, pero estos instrumentos intelectuales y conceptuales no nos permiten comprender la nueva situación. Servían para desmenuzar, analizar y pormenorizar la situación anterior, pero ya no nos sirven para comprender la nueva realidad.
Esta crisis de inteligibilidad, sobre la que hemos de ser conscientes de que existe y que la padecemos (y es por eso que nos plantea tantos problemas), se basa, a mi parecer, en el hecho de que han cambiado ciertos paradigmas. Como en las grandes revoluciones científicas.
El progreso y la máquina
Un paradigma, como todo el mundo sabe, es un modelo general de pensamiento. Tengo la impresión de que han cambiado dos paradigmas importantes sobre los que se asentaba el edificio en el que vivíamos hace tan sólo unas decenas de años.
El primero es el progreso, la idea de progreso, esta idea forjada a finales del siglo XVIII y que, en definitiva, impregna todas las actividades de una sociedad. El progreso es algo que permite que desaparezcan las desigualdades, que las sociedades sean más justas, consiste en creer que la modernidad implica, por definición, que se arreglen unos cuantos problemas. Pero la idea de progreso está siendo atacada, o ha entrado en crisis. El progreso es Chernóbil o las vacas locas; un Estado progresista es la Rusia estalinista del "gulag"; se nos dice que el progreso es el Estado providencia que conduce a la parálisis social, etc.
Por tanto, el progreso es un paradigma general que hoy ha entrado claramente en crisis. Pero, ¿por qué será sustituido? ¿Cuál es el paradigma que ocupará el lugar del progreso? Mi tesis es que será sustituido precisamente por la comunicación. El progreso prometía la felicidad a nuestras sociedades, es decir, un valor añadido en la civilización. Hoy en día, a la pregunta sobre cómo estar mejor, cuando ya se está bien, se responde: comunicación. ¡Comuníquese y se encontrará mejor! Independientemente de la actividad que se trate, la respuesta masiva que se nos ofrece actualmente siempre es: hay que comunicarse. Si se plantean problemas en el seno de una familia, la razón es que los padres no hablan lo suficiente con sus hijos. Si existen conflictos en el aula, es porque los profesores no charlan lo suficiente con los alumnos. Si en una fábrica o en una oficina las cosas no van bien, es porque no se discute bastante. Lo mismo pasó con Chirac. La gente decía cosas tales como "no consigue establecer una buena comunicación", "todavía no se ha dirigido a los franceses", "hace tres meses que no se le ha visto", etc.
Las aportaciones tecnológicas se relacionan básicamente con la comunicación. En la actualidad la comunicación se considera como una especie de lubricante que hace posible que todos los elementos de una comunidad funcionen sin fricción. ¡Cuanto más se comunique uno, más feliz será! La situación no importa. ¿Está usted en el paro? ¡Comuníquese y todo irá mucho mejor!
Considero que se ha producido un cambio muy importante en cuanto a la comprensión de la sociedad en la que nos encontramos. El segundo paradigma importante sobre el que reposaba el edificio anterior era la idea de que existía una especie de funcionamiento ideal de una comunidad: la máquina, el reloj. En el siglo XVIII se consideraba que el reloj era la máquina perfecta, porque hacía coincidir la medida del tiempo con la del espacio. El espacio nos proporcionaba el tiempo. La medida del espacio nos permitía medir el tiempo. Es una ecuación casi perfecta, casi divina.
A partir de esa idea, se consideró que el modelo mecánico, el modelo de esta máquina se podía aplicar en cualquier circunstancia. Es lo que se llama funcionalismo. Se construyeron sociedades sobre el modelo de una máquina. Una máquina es un conjunto de elementos que se complementan, en el que no sobra ninguno. Si existe algún elemento de más, la máquina no funciona. La máquina integra todos los elementos que la componen, ¡y funciona! Son los funcionarios quienes hacen que funcione el Estado. Ése es el modelo.
En estos momentos, ése modelo ha dejado de servir, ha caducado. En nuestra sociedad, se acepta de nuevo que existen marginados, personas que ya no forman parte de la comunidad, piezas que le sobran a la máquina.
¿Qué modelo sustituye entonces al de la máquina? ¿Cuál es el principio de funcionamiento que permite, a pesar de todo, que pueda desarrollarse una energía? Pues, evidentemente, es el mercado. Es el principio que hoy por hoy hace funcionar las cosas, y no lo es ya el principio de la máquina.
El peso del mercado
Sin embargo, el mercado sólo integra aquellos elementos que son solventes. Todo aquello que no es solvente no está en el mercado. No es como la máquina: con la máquina todas las piezas funcionaban. Y, por supuesto, el mercado es la solución a todo y pretende integrarlo todo. No es un invento reciente. El mercado moderno, tal como explicaba Fernand Braudel, se inventó hacia el Renacimiento. ¿Qué sucede en la actualidad? Pues que el mercado, tal como funcionaba antaño, se limitaba de hecho a sectores muy concretos, como el comercio, mientras que en nuestra época el mercado abarca todos los sectores, todas las áreas de actividad.
Pensemos en áreas de actividad que durante mucho tiempo han estado al margen del mercado, como la cultura, la religión, el deporte, el amor o la muerte. Pues, hoy en día todos estos elementos han sido integrados en el mercado. El mercado tiene también derecho a regular, a regir todos estos elementos.
Queda claro, pues, que los dos paradigmas que han permitido la construcción del Estado moderno, el progreso y el reloj, han desaparecido y han sido sustituidos por la comunicación y el mercado, dos elementos sobre los que, evidentemente, se asienta un edificio totalmente diferente.
¿Qué ha pasado entonces en la esfera de lo político? ¿En qué se ha transformado el poder? En este momento está levitando, ya que no puede garantizar ni el progreso ni la cohesión social. Tiene que hacer frente a la eclosión de dos paradigmas nuevos que, evidentemente, lo hacen mejor que él. Por consiguiente, los responsables políticos, o el poder político, se encuentran en una situación delicada ante este nuevo edificio.
Esta cuestión permite plantear el problema de la política. ¿En qué se ha transformado la política en esta nueva situación? Es una cuestión de filosofía política, pero es patente la situación de incomodidad que se aprecia en algunos políticos y en los ciudadanos.
La cuestión de la ética se sitúa ahora el centro de preocupación de los periodistas. En nombre de la industrialización de la información, el ámbito de actividad de éstos se ha reducido considerablemente y es evidente que se enfrentan, en la mayoría de casos (por supuesto, siempre hay excepciones), a un sistema tanto de jerarquía como de propiedad, que reclama una rentabilidad inmediata. Por consiguiente, los periodistas se preocupan por lo que se les va a pedir, y más si lo que se les pide entra en contradicción con lo que piensan realmente.
La información y las relaciones públicas
Se trata de problemas harto conocidos: la influencia de la publicidad o de los anunciantes, la influencia de los accionistas que poseen una parte de la propiedad de un diario, etc. Todo esto acaba pesando mucho, hasta el punto de que, a pesar de los muchos casos de resistencia llevados a cabo por periodistas que intentan, contra viento y marea, defender su propia idea de la ética, también se producen muchos casos de abandono.
Además, cada vez es más frecuente refugiarse en la comunicación en el sentido de "relaciones públicas". Una de las grandes enfermedades de la información actual es la confusión que existe entre el universo de la comunicación y las relaciones públicas y el de la información. Una pregunta pertinente es: ¿en qué se ha convertido la especificidad del periodista en este nuevo contexto de la comunicación? Esta pregunta es pertinente porque vivimos en una sociedad en la que todo el mundo quiere comunicar algo y, en concreto, todas las instituciones producen información. La comunicación, en este sentido, es un discurso adulador emitido por una institución que espera que ese discurso le reporte algún beneficio.
Esta comunicación acaba por asfixiar al periodista. Todas las instituciones políticas, los partidos, los sindicatos, las alcaldías, etc., producen comunicación, tienen sus propios periódicos, sus boletines, etc. Las instituciones culturales, económicas o industriales producen información. Muy a menudo, entregan esta información a los periodistas y les piden que se limiten a reproducirla. Evidentemente, la petición no se presenta como una orden, pero la forma puede ser muy seductora.
Todo el mundo sabe que cuando las marcas de automóviles hacen pruebas, éstas siempre tienen lugar en paraísos como las Bahamas, porque así se puede invitar a los periodistas durante una semana en un hotel magnífico. Por supuesto, los periodistas harán su trabajo, pero en un contexto que favorece la comunicación en un determinado sentido. Por consiguiente, muchos periodistas acabarán limitándose a ser el canal que transfiere la comunicación emitida por tal o cual industria, tal o cual institución política, económica, cultural o social. Es una manera de llegar a un pacto con su conciencia y su ética.
Es cierto que las nuevas tecnologías favorecen considerablemente la desaparición de la especificidad del periodista. A medida que se desarrollan las tecnologías de la comunicación, aumenta el número de grupos que producen comunicación. Por decirlo de forma un tanto esquemática, sin la fotocopiadora no se hubiese producido el Mayo del 68. El fascismo no hubiese sido lo que fue sin los altavoces y los micrófonos, porque nadie se puede dirigir con la única ayuda de la voz a mil personas al mismo tiempo. Las tecnologías de la comunicación han producido la explosión de las radios libres, o el fax. Actualmente, gracias a Internet, cada uno de nosotros puede no sólo convertirse en periodista, sino ponerse a la cabeza de un medio de comunicación.
Conciencia y responsabilidad
¿Qué subsiste, pues, como elemento específico de los periodistas? Ésta es una de las cuestiones que más les duele a los medios de comunicación, especialmente a la prensa escrita. Los medios de comunicación que más se desarrollan son los medios relacionados con las tecnologías del sonido y la imagen. Incluso cuando la información es escrita, lo está sobre una pantalla.
Los periodistas no forman un cuerpo homogéneo. Existen opiniones enfrentadas y mucho debate. Es una profesión que hoy exige un enorme trabajo. Además, los periodistas son ciudadanos, y grandes consumidores de medios de comunicación, más que las demás personas. Son muy conscientes de que existen todos estos problemas y discuten de ellos continuamente.
Hay una toma de conciencia colectiva, pero ¿existe una responsabilidad? ¿Esta responsabilidad sería únicamente de los periodistas? Los ciudadanos también tienen su responsabilidad en este asunto, porque informarse es una actividad, no es algo pasivo. Los ciudadanos no son simples receptores de medios de comunicación. Es evidente que el emisor tiene una gran responsabilidad, pero informarse también quiere decir saber cambiar de fuente, resistirse a ella si es demasiado fácil, etc. Para mucha gente ya no es difícil darse cuenta de que el telediario no basta para estar informado. El telediario no está hecho para informar, sino para distraer. Está estructurado como una película, es una película al estilo de Hollywood. Empieza de una cierta manera, y acaba con un final feliz. No se puede poner el final al principio, mientras que en un periódico se puede empezar por el final. Al finalizar el telediario, casi todo el mundo se ha olvidado de lo que ha pasado al principio. Y siempre acaba con risas y piruetas.
No se puede achacar todos los males a la televisión. No es una cuestión de moral o de mala fe, es cuestión de saber cómo funciona. No se puede decir: la televisión me informa mal, ella es la culpable. Ciertamente es culpable, pero no tiene toda la culpa, porque nadie puede afirmar que, al llegar a casa, con sólo tumbarse en el sofá con un vaso de naranjada en la mano, vaya a entender todo lo que pasa en el mundo. Lo que pasa en el mundo es muy complicado. Es un poco como si alguien pretendiese aprender japonés en un fin de semana y sin esfuerzo; se estaría mintiendo. La persona que se dice a sí misma: voy a informarme mirando un telediario, se está mintiendo a sí misma, porque no se da cuenta que está haciendo una apuesta con su propia pereza.
Informarse o saber que pasa
Todo el esfuerzo no puede recaer sobre un medio de comunicación concreto, sobre todo cuando la información es superabundante, como en nuestro tiempo. El ciudadano tiene dos posibilidades: o bien se quiere informar o bien sólo quiere saber vagamente lo que pasa. En el primer caso, siempre se puede hacer a base de recortar y pegar las informaciones. No sólo existen los periódicos, también hay revistas y libros. Sin embargo, hay que tener la voluntad de hacerlo. Eso significa trabajo.
Por otro lado, no todo lo que hace la televisión, desde el punto de vista de la información, es una basura, ni mucho menos. Dicho más claro, por muy exigente que sea el telespectador con los telediarios, un género por lo demás bastante superficial, lo que no puede exigirles es lo que no pueden dar. En treinta minutos tienen que tratar una veintena de informaciones.
En cambio, a mi entender, la televisión puede hacer bien su trabajo cuando se trata de reportajes y emisiones especiales. El reportaje de la BBC sobre Bosnia sería un maravilloso ejemplo de un tipo de periodismo que puede hacer la televisión. Otro ejemplo es un documental en dos capítulos sobre la guerra de las Malvinas, que fue una guerra importantísima en la historia de los medios de comunicación, ya que sirvió de modelo para la del Golfo, desde el punto de vista negativo. Sin embargo, eso supone tener la voluntad de seguir un mismo tema durante varias horas, lo cual no hace sino reforzar lo que se dijo más arriba: también es necesaria la voluntad de hacer un esfuerzo por parte del telespectador. En cuanto a su funcionamiento, el medio de comunicación dispone de todas las posibilidades.
Informar no es sólo interesarse por ciertos ámbitos considerados importantes, como la economía, la política, la cultura o la ecología, sino también por la propia información y la comunicación. Es necesario que los medios de comunicación analicen su propio funcionamiento. Los medios ya no pueden presentarse simplemente como un ojo que mira, y que no puede verse. Es cierto que el ojo ve y no puede verse, pero esta metáfora no puede aplicarse a los medios de comunicación, porque han dejado de tener esa característica propia del periscopio o de cualquier instrumento óptico privilegiado. Todo el mundo los ve y todo el mundo sabe de alguna manera que no son perfectos. La gente espera de los medios que hagan una autocrítica, que se analicen a sí mismos. De la misma manera que los medios pueden ser exigentes con tal o cual profesión o sector, ¿por qué no lo son con ellos mismos?
Estoy convencido de que los medios de comunicación deberían proceder a análisis más serios sobre su propio funcionamiento, aunque sólo fuera para que todo el mundo supiera cómo trabajan y que no son reacios a la inspección, la introspección y la crítica. No han de tener una posición privilegiada. No están sólo para juzgar a los demás, sin poder ser juzgados a su vez. Es importante que, cuando se cometen errores, se reconozcan. Sólo así se hace pedagogía. Esta idea avanzará, aunque sea lentamente, porque es muy cómodo juzgar sin ser juzgado.
Ignacio Ramonet.
Director de "Le Monde Diplomatique"
Traducción del francés: Mirnaya Chabás.
http://www.revistalafactoria.eu/articulo.php?id=115
1999
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RELACIONADAS.
Entrevista con Ignacio Ramonet:
“Los medios pueden falsificar la democracia”
Gloria Ribe *
Gloria Ribé: ¿Por qué y cómo los medios de comunicación han adquirido tanto poder?
Ignacio Ramonet: Efectivamente, nunca en la historia ha habido tantos medios con tanta influencia. Además de la prensa escrita, la radio y la televisión, ha venido a añadirse Internet, un verdadero continente nuevo. Por otra parte, en los últimos 10 ó 15 años, la propia televisión ha conocido un desarrollo cuantitativo extraordinariamente importante. Hoy en día se puede recibir televisión por la línea telefónica. Esto quiere decir que en un hogar de clase media, sobretodo en los países desarrollados, hay una capacidad de recibir información como nunca en la historia. Por otra parte, en esta época de la globalización, las empresas de los medios de comunicación tienden a querer dominar un mercado cada vez más importante. Esto hace que los grupos mediáticos, que antes eran locales o nacionales, hoy tienden a ser por lo menos regionales, continentales o a veces, planetarios, como es el caso de la CNN, que desde finales de los años 80 ha tenido como objetivo el dirigirse al mundo entero.
Hoy los medios pertenecen a empresas extremadamente poderosas, por ejemplo, la empresa de Rupert Murdoch, un grupo de comunicación que difunde información por televisión, por radio, por prensa escrita, pero además posee empresas que producen música, televisión, cine, se ocupan del ocio, de la diversión, de cultura de masas, etcétera, a tal grado que ya no sabemos distinguir entre cultura de masas, publicidad e información. No sólo son grupos de comunicación importantes, sino grupos empresariales extremadamente influyentes y que tienen la capacidad de aprovecharse de las oportunidades que les da la globalización para instalarse en muchos países, para tener influencia sobre muchos dirigentes políticos y sobre la opinión pública. Orson Wells en 1941, en su película El ciudadano Kane, ya planteaba estos problemas, sólo que Kane era un señor que tenía ambiciones políticas y poseía algunos periódicos… pero en un solo país. El ciudadano Kane de hoy tendría muchos periódicos, muchas emisoras de radio y muchos canales de televisión en muchos países.
GR: ¿Por qué los dirigentes políticos han cedido tanto poder a los grupos financieros y mediáticos?
IR: En efecto, en muchas regiones del mundo, los dirigentes políticos han cedido poder a esos grupos. Por ejemplo, todo el fenómeno que llamamos privatizaciones no es más que una transferencia del poder del Estado al poder privado, es decir que el gran enfrentamiento en esta época de la globalización es el enfrentamiento entre el mercado y el Estado. El Estado se había mantenido un poco protegido por los dirigentes políticos pero ahora, como en un Caballo de Troya, en el Estado se han introducido empresarios o políticos con mentalidad empresarial que en realidad son los que están vaciando al Estado de muchas de sus prerrogativas, en particular de su función de actor económico. En ese contexto, los medios de comunicación tienen como función principal: convencer al conjunto de las poblaciones de que hay que hacer esas reformas, así como de votar por aquellos que estén dispuestos a llevarlas a cabo. Obviamente los medios, como grupos industriales y económicos, van a beneficiarse de esas reformas. Por consiguiente, vemos que existe una alianza entre el mensaje de la globalización en favor de lo privado y en favor del capital, y esos grupos mediáticos que encuentran su provecho difundiéndolo.
GR: ¿Podríamos pensar que se trata de un nuevo proyecto imperial?
IR: Las configuraciones geopolíticas del mundo actual hacen aparecer por primera vez una hiperpotencia sin ningún tipo de rivalidad: Estados Unidos. Una hiperpotencia que se manifiesta en diversos sectores: el político, el económico, el tecnológico y, evidentemente, el militar. A esto hay que añadir que en el mundo occidental la cultura de masas dominante es la cultura de masas estadunidense, y que además es una cultura muy rentable. Las exportaciones, en términos de comunicación en cultura de masas por televisión, por cine, por libros, etcétera, ocupan el segundo lugar de las exportaciones estadunidenses, después de la aeronáutica y antes de la farmacéutica. Ahora, ¿esto corresponde a un proyecto imperial? Podríamos decir “si” y “no”. En realidad, los mensajes del cine de Hollywood, o las series de televisión difundidas por Estados Unidos, globalmente, la cultura de masas estadunidense, transmiten la ideología de su propia supremacía. Entonces, en términos de contenidos, sí hay un proyecto imperial. Ahora, ¿significa eso que en la administración de Estados Unidos, en torno al presidente, hay reuniones cada semana para estudiar cómo se va a dominar al mundo mediante las películas estadunidenses? La respuesta es “no”. No es un proyecto político, es un proyecto que resulta de la voluntad de dominar y obtener provecho de un mercado a escala mundial. Por consiguiente, no es un proyecto imperial ejercido desde la cúpula política, sino un mensaje que ideológicamente sirve a Estados Unidos.
GR: Esa voluntad de “americanizar” al mundo, ¿qué efectos produce en otras culturas?
IR: Evidentemente produce efectos, por un lado, digamos “positivos”. Por ejemplo, hoy en día, en toda Europa, se ha admitido globalmente la idea de “americanizar”. El modelo de comportamiento, la manera de vivir el ocio, la manera de organizarse en su propia casa, de amueblarse, de comer, el concepto de democracia, el sentido del humor mismo, etcétera, nos hacen constatar que, antropológicamente, el modelo estadunidense se está extendiendo. De igual forma vemos que para las clases medias o las clases altas de Asia y América Latina, “vivir bien” quiere decir vivir a la “americana”. Por otro lado, también ha tenido efectos muy negativos en áreas culturales donde esa voluntad de “americanizar” se percibe como una agresión al modo de vida tradicional, particularmente no occidental. Por ejemplo, en el mundo árabe y musulmán, donde no hay democracia, donde no ha habido movimientos de ascensión social de las clases más humildes, donde pervive la dominación del hombre sobre la mujer, y donde las relaciones tribales y la religión son extremadamente fuertes. En este contexto, la “americanización” significa la derrota del Islam y por consiguiente, defender el Islam es defender la tradición y, evidentemente, agredir al que está difundiendo esas tesis. De ahí los atentados del 11 de septiembre. Hoy sabemos que los autores de esos atentados no se habían limitado a usar cuatro aviones; el plan original contemplaba diez aviones. Aunque no sabemos a dónde iban a ir, pero siguiendo la lógica de la agresión simbólica al poder económico (World Trade Center), al poder político (Washington) y al poder militar (Pentágono), podemos imaginar que uno de esos aviones hubiese golpeado los estudios de Hollywood o Disneylandia, como uno de los símbolos de la supremacía de la cultura de masas que se impone al el mundo.
GR: El poder de los medios y su influencia en la opinión pública, ¿están vaciando a la democracia de su sentido?
IR: Es una cuestión que hoy se plantea en muchas sociedades. Por ejemplo, ¿votamos libremente? ¿Es mi libre albedrío el que me conduce a votar por este señor o por esta señora, o bien, en realidad, es porque me han metido en la cabeza una serie de ideas que hacen que yo, como una marioneta, voy a votar por lo que me han dicho? Esta pregunta es evidentemente importante hoy día, en la medida en que las cosas se han complicado enormemente. Hoy es extremadamente difícil comprender la economía y la política. Por ejemplo, en Europa, es muy difícil distinguir lo que depende de la autonomía de cada Estado y lo que corresponde a la influencia de la Unión Europea; y si a esto le agregamos el aspecto social, donde muchas leyes responden a las exigencias del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la OMC, de la OCD, etcétera, nos damos cuenta de que el panorama mundial se ha vuelto enormemente complejo. Sin embargo, frente a esta complejidad tenemos unos medios de comunicación que exigen la simplificación absoluta, reduciendo esa complejidad a una lectura elemental de las cosas. Esta contradicción ha producido un mensaje muy maniqueo, muy elemental, y ese mensaje tiene efecto en su traducción política. Entonces, nos damos cuenta de que, de hecho, los medios pueden falsificar la democracia. Está probado que la credibilidad de las informaciones televisadas es más elevada en la medida en que el nivel socioeconómico y cultural de los telespectadores es más bajo. Las capas sociales más modestas apenas consumen otros medios de comunicación y casi nunca leen periódicos; por eso no pueden cuestionar la versión de los hechos propuesta por la televisión.
El telenoticiero constituye la información del pobre. En esto estriba su importancia política. Manipula más fácilmente a los que menos defensa cultural tienen.
GR: ¿Cómo percibe la relación entre libertad y censura?
IR: Seguimos pensando, por hábito o por pereza intelectual, que la censura sólo la ejercen los gobiernos autoritarios, porque es una censura ostensible, muy visible. No queremos plantearnos el problema de saber cómo funciona la censura en la democracia. Partimos del principio de que la censura es lo propio de la dictadura, cuando en realidad hay que partir del principio de que la censura es lo propio del poder, de todo poder. Hoy, la censura ya no funciona por restricción o por supresión, como se hace en los países donde se mata o se encarcela a los periodistas o se cierra un periódico, etcétera. En las grandes democracias desarrolladas eso prácticamente ya no ocurre, pero lo que sí ocurre es que hay mucha información que no circula, por que hay sobreinformación, es decir que en las democracias, la censura funciona por asfixia. Nos ofrecen tanta información y consumimos tanta información, que ya no nos damos cuenta de alguna que no está. La ocultación y la disimulación en esa masa de información que se consume, es la censura de hoy. Estamos pues en una situación en la que creemos que, por el hecho de tener más información, tenemos más libertad, cuando en realidad, si analizamos bien, tenemos mucha menos que en otros momentos.
GR: ¿Estos cambios afectan a la profesión y a la ética del periodista? ¿Por qué cada vez más ciudadanos se preguntan dónde está la verdad?
IR: Yo soy periodista y creo que el trabajo del periodista tiene mucha influencia en la democracia. Muy a menudo digo que la calidad de la democracia depende de la calidad de la información y por consiguiente, las condiciones del ejercicio de la libertad de expresión en las que actúa el periodista tienen una gran influencia en toda la sociedad. Lo que ha ocurrido es que todos estos cambios, tecnológicos, económicos y políticos, han sido apoyados ciegamente por muchos periodistas, y ahora se dan cuenta de que eso crea una serie de dificultades. Por ejemplo, lo que sucedió con el prestigiado New York Times y con el popular USA Today, cuando descubrieron que sus más importantes periodistas falsificaban las informaciones. Y ahora, con lo que empezamos a saber sobre la guerra de Irak, en que nos damos cuenta de que nunca hubo armas de destrucción masiva, ni relaciones entre el régimen de Sadam Hussein y Al Qaeda –que eran las dos razones oficiales para invadir a Irak–, el New York Times, que había apoyado en primera plana esas tesis oficiales, ahora –dando ejemplo de autocrítica–, declara públicamente: “Nos equivocamos”. Este tipo de escándalos hace que efectivamente, la pregunta obligada sea: ¿Dónde está la verdad? Si los principales medios no me dan garantía de que lo que me informan es verdadero, yo como ciudadano, obviamente voy a preocuparme por la información que recibo. Todo esto está creando un fenómeno que podemos llamar un estado de inseguridad informacional. Eso significa que cuando el ciudadano recibe una información de la radio, la prensa o la televisión, no sabe si es verdadera o falsa. No sabe si dentro de un mes van a decirle: “Mire, lo que le dije hace un mes, no era cierto”.
GR: Como profesor universitario, ¿qué percibe usted en las nuevas generaciones de comunicadores?
IR: Nos damos cuenta de que, hoy en día, hay una sensibilidad ciudadana extremadamente elevada respecto de los problemas de los medios y su relación con la sociedad. Basta ver lo que sucedió en España. Tres días después de los atentados del 11 de marzo, había elecciones. Y la gente, mediante el uso del teléfono portátil o de Internet, envió una serie de mensajes para alertar sobre las dudas que podrían existir respecto de la verdad oficial que estaba dando el gobierno. Y el simple hecho de que el público, los ciudadanos, empezaron a dudar de la versión oficial, hizo que más de un millón y medio de personas que, según los sondeos y las encuestas, iban a votar por el partido que estaba en el gobierno, cambiaran su voto a favor de la oposición. Eso significa que existe una extrema sensibilidad a la manipulación mediática, la gente sabe que los medios son una bomba atómica que les entra en el cerebro y por consiguiente, no quieren que se abuse de esa bomba atómica. Esa sensibilidad se encuentra en los estudiantes. Hoy, los estudiantes se interesan en la forma como funciona este sistema de mentiras.
GR: ¿Cómo funciona ese sistema de mentiras?
IR: Actualmente, la peor crisis geopolítica del mundo es la guerra de Irak, y es una guerra que se ha hecho bajo falsos pretextos que han dado lugar a mentiras de Estado, en que el presidente de un gobierno ha difundido informaciones falsas y que, además, sabía que eran falsas. Esto es algo que uno puede imaginar en dictadores o en regímenes autoritarios. Pero que, desde un país democrático, con el apoyo de los medios, se haya podido hacer esta gigantesca manipulación con las consecuencias dramáticas y prácticas que eso supone, hace que hoy en día haya una sensibilidad particular a este problema y que cada vez haya una mayor exigencia de que nos dotemos de algún sistema que nos permita tener garantías. Por ejemplo, con la información está ocurriendo lo que pasó hace unos 15 años con la alimentación, es decir que en algunos países se pasó de una alimentación que era estructural e históricamente una alimentación de penuria, a una situación de abundancia de todos los productos, en todas las estaciones del año. Pero ahora se descubre que esa alimentación está contaminada con pesticidas y fertilizantes químicos, y que ello provoca toda una serie de muertes por cáncer, por infartos o por problemas de obesidad. Esto creó tal desconfianza que, ahora, existen tiendas donde sólo se venden productos orgánicos, producidos sin pesticidas y sin elementos dañinos para la salud. Con la información está ocurriendo lo mismo. Antes no había información, ahora hay mucha información, pero esa información está contaminada con mucha mentira, con mucha falsedad, con mucha ocultación, etcétera. Entonces, hay cada vez más gente que quiere y busca una información orgánica, con un sello que diga: “Esta es una información orgánica, sin falsedad, sin mentiras. Una información que no daña su salud”.
GR: ¿Qué garantía ofrece un periódico como Le Monde Diplomatique?
IR: Digamos que la desconfianza que existe actualmente hace que los medios dominantes vean su credibilidad descender y que los medios alternativos, que proponen otra concepción de la información, vean su credibilidad ascender. Le Monde Diplomatique se encuentra quizá en este segundo grupo: el que apuesta por la inteligencia y el sentido crítico del lector. Aquí tratamos de presentar la “séptima faz del dado”, la cara escondida de la información. A pesar de todo, y a veces a contracorriente, hoy en día existen en el mundo muchos periodistas y muchos medios que trabajan en esa misma vía. Y esto, para muchos, puede significar una buena noticia.
* Ignacio Ramonet, periodista y profesor universitario, es una de las figuras mundiales más destacadas en temas de geopolítica y medios de comunicación. Esta entrevista fue realizada por Gloria Ribé, directora y guionista de cine y televisión, el pasado 28 de junio, en París. Publicada originalmente en el semanario mexicano Proceso, se reproduce en Sala de Prensa con la autorización expresa de la subdirección editorial.
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Septiembre 2004
Año VI, Vol. 3
http://www.enmediodelosmedios.com/ramonet.html
link alternativo: http://www.saladeprensa.org/art562.htm
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agregado, 20/02/10
Conferencia de prensa Ignacio Ramonet
http://www.youtube.com/watch?v=UF78eON9vuQ
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Sábado, 31 de octubre de 2009 | Hoy
La fiesta invisible
Por Sandra Russo
Hay un país a la vista que tiene la piel irritada. Ese país, ese lado del país, ese costado, es el de exhibición permanente. La parte por el todo, metonimia. No a todos los sectores ni a todas las interpretaciones del país se las cuelga de la misma cantidad de ventanas. Hay una banda de sonido permanente en los medios, música funcional, que refuerza la idea de que la que cantamos es una mala canción.
Los grandes medios, después de la promulgación de la ley, han perdido todo decoro. El relato alcanza niveles de ficción tan fuertes que a Mauricio Macri no le parece disparatado sugerir que fue Kirchner el que mandó a pinchar los teléfonos. Hay dirigentes de la oposición que denuncian que están entrando armas a Ciudad Oculta y al día siguiente, después de haberlo amplificado hasta el hartazgo, el coro trágico se pone a hablar de otra cosa.
Todo pasa, todo pasa, viajamos en un tiempo que es una calesita, giramos por los insultos más fuertes que se hayan escuchado en democracia, por las acusaciones más canallas que después se olvidan, bebemos la bilis de los oradores, la danza de los fantasmas, la queja perenne, la distorsión maníaca. El debate político se presenta como un combate con vencedores y vencidos. Es imperioso sembrar la desconfianza. Elisa Carrió también dice que el poder está “usurpado”. Todo se escucha como lluvia: somos quien oye llover.
Los periodistas hemos quedado a los dos lados del río y llueven los cascotazos. Es difícil soportarse, entre unos y otros, y a uno mismo. La vida se volvió incómoda. Está plagada de ráfagas de indignación. Quizá por suerte seamos muy poco corporativos y no hayamos entrado en la Danza de los Colegas cuando llegó el momento de tomar posición. Nunca fuimos neutrales, después de todo. No tenemos manera. Estamos condenados, como todos, a las perspectivas.
Dicen que hay mucha gente que tiene mucho miedo, que los mozos y las mucamas se han vuelto sospechosos. El público de Mirtha Legrand lo cree. Ella se manifiesta así. Y por qué no habría que creerle. Hay mucha gente asustada. Pero no se entiende muy bien qué les da miedo. Cuál es el objeto de su revulsión.
Y sin embargo, en el medio de este tole tole que nos tiene a todos unidos por el agotamiento, pasan cosas sorprendentes. Cinco millones de niños hijos de desocupados o trabajadores informales tendrán un ingreso mínimo. Lo que vale una camisa en un negocio del Alto Palermo. Una tajadita. Una bienvenida a la vida, reconociéndoles lo que hoy no se les reconoce: que son personas. Las más débiles. Las que hoy mismo, como antes sus padres y sus madres, no tienen mucha conciencia del avasallamiento del que son víctimas constantes. El hambre es un crimen, sostienen los Niños del Pueblo de la CTA y las organizaciones sociales. Y qué hay con las organizaciones sociales, que algunos están descubriendo ahora, después de varios años sin piquetes. Ellas son las que más han hecho por los pobres que nos dejó el menemato. Ellas son los mismos pobres organizados. Algo de eso es lo que tiene alteradas a las señoras. Porque una cosa es ayudar a los pobres y otra que a los grasitas se les ocurra disputar poder. Las señoras no se lo plantean en estos términos. El antiperonismo tiene un fuerte carácter esteticista. Lo negro en general espanta. La política se vuelve estomacal: lo blanco no traga a lo negro.
Los spots contra la ley de medios siguen tronando en la pantalla y ahora vendrá la SIP a darles la razón a los ofendidos, y muchos insistirán en que en la Argentina no hay libertad de prensa, mientras siguen con su relato de Guerra Fría. El Estado totalitario que oprime la libertad de expresión. Esta semana me llegó por correo el libro de Pascual Serrano Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo. Tiene prólogo de Ignacio Ramonet. El punto de vista es muy interesante. Tanto Ramonet como Serrano se preguntan cómo funciona la censura en democracia. Me permito introducir este gran tema, el primero que ocultan los medios. No es ninguna casualidad que todavía mantengamos tan obstinadamente en la cabeza un fantasma más compatible con la ex Europa del Este que con la actual América latina. ¿Cómo funciona la censura en democracia?
En todo el mundo, los medios están viviendo un fenomenal proceso de concentración. El poder que disputan no es tan mal visto como el que disputan los grasitas. Los propios medios se encargan de que su causa y su inercia, que es la concentración, sea una causa humanista. En nombre de la libertad de expresión la Fox quiere convencer a los norteamericanos de que Obama quiere alinearse con Chávez.
“Es obvio que la censura ya no funciona por restricción, o por amputación, o por supresión, como lo hace en países donde se mata o se encarcela a los periodistas o se cierra un periódico”, dice Ramonet. Y vuelve a preguntarse lo mismo que Serrano: ¿Cómo funciona la censura en democracia? El libro entero es un intento de respuesta. Pero admite Ramonet que “lo que sí ocurre es que hay mucha información que no circula, porque hay sobreinformación. Hay tanta, que la misma información nos impide –como un biombo o una barrera– acceder a la información que nos interesa”.
Puede que cada tanto nos embargue la sensación de que estamos viviendo momentos de una intensidad impensada, y que esa sensación se alimente con las sensaciones de otros. No había pasado antes que la pobreza fuera utilizada como una chicana más, como la perenne y evidente prueba de un fracaso. Tampoco había pasado que un guante como ése fuera recogido tan pronto, y que de esta coreografía estúpida que baila la oposición de derecha finalmente salieran los primeros pasos de millones de niños hacia el horizonte de su propia ciudadanía.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2009-10-31.html
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13 de Abril de 2009
La sobreinformación también es una forma de censura
Uno de los temas en los periodistas debieran hacer hincapié es lo que Mar de Fontcuberta llama “Ecología del a Información” (Por Félix Mothe)
La cantidad de noticias que recibimos a diario nos hace imposible procesarlas y asimilarlas correctamente.
Rescato de ella una conferencia que dio en Jujuy hace unos años atrás, porque aporta un elemento cotidiano que parece que, a veces, no nos damos cuenta (de tanto machacar sobre las teclas) que nos olvidamos de las cosas importantes.
Uno de los peligros que frecuentemente se nos presenta es la rutina. Cuando estamos acostumbrados a producir noticias y consumirlas entramos en la comodidad y en el confort de estar recorriendo siempre el mismo camino sin sobresaltos ni cuestionamientos. Este es el problema principal: rutinizar las tareas.
No pensar en lo que estamos haciendo es meternos en una manga que nos lleva a presentar las noticias siempre desde la misma óptica que nos trae como consecuencia que presentemos desde un lugar tan común que saturamos al lector y le quitamos atractivo a lo que decimos. Adviertan, por ejemplo, que los cronistas de policiales –no todos, por supuesto- tienen un código fijo para citar y decir sus textos al igual que los que hacen deportes: usan los mismos adjetivos, y sostienen los mismos modos que suelen ser (a veces) bastante arcaicos. Tienen un recorrido que pasa por las mismas palabras y usan las mismas imágenes para expresar ideas. Por supuesto que la consecuencia es que nuestros lectores o radioescuchas se aburran. Al decir de nuestro Tomás Eloy: cuando empiecen a leernos que se le quemen las tostadas.
Otro de los problemas es la sobreabundancia de información lo que Ignacio Ramonet (ex director de Le Monde Diplomatique) llama la Censura Democrática y explica esto de la siguiente manera: “Tenemos la idea de que la censura tiene que ver con la amputación o con el recorte –dice- en el contexto presente la censura funciona mediante la sobreinformación en un contexto de tiempo real, de información urgente, que no te da tiempo para saber distinguir entre lo que vale la pena y la que no”
Lo importante sentarse a reflexionar.
Y lo primero que se me ocurre es que nos enfrentamos a este problema fundamental: cómo no repetir el mismo mensaje en un mundo dinámico, que cambia y al mismo tiempo, cómo, a pesar del cambio, hemos de seguir manteniendo los ejes básicos sobre los que se articula la comunicación en la defensa de la democracia, la tolerancia y de la cooperación entre personas y naciones.
Ahora sí hay que hacer votos para que no hayan perdido los periodistas la capacidad de dudar, y de hacer dudar, de preguntarse día tras día, si lo que están editando sigue siendo cierto; la capacidad de descubrir lo que cuentan los medios grandes, sin quedarse en la apariencia (aunque teniéndola en cuanta) de cómo lo cuentan.
Y otro de los temas es: la educación para la democracia. Porque el periodismo educa, dirige y doctrina, aunque mucha gente no lo crea.
Hace algo más de veinte años atrás, cuando en este país existía una dictadura, considerábamos que hablar de democracia consistía, entre otras cosas, en hablar de una constitución con vigencia plena, de un parlamento elegido democráticamente, de un gobierno que respondiera a la decisión de la mayoría. Y, por supuesto, de la libertad de expresión que garantice en cada uno de nosotros la posibilidad de defender públicamente y por cualquier medio oral o escrito nuestras opiniones. Ahora tenemos todo eso. Es decir, estamos en un país democrático. Y sin embargo en estos momentos la defensa de la democracia pasa hoy por otros senderos, se ha vuelto más sutil más compleja. Ya no sirve solamente considerar que somos democráticos porque votamos cada cuatro años. Se han producido una serie de factores que, desde adentro pueden cuestionar aquellos principios democráticos que tanto decimos defender. Y voy a poner algunos ejemplos que van en desmedro del a democracia: el exceso de información
Existe una sobreabundancia de información que en muchas ocasiones supone una auténtica dificultad para entender lo que ocurre. No se trata de propiciar para que haya menos información sino de saber distinguir entre la que vale la pena y la que no. Y el desafío es claro: ¿Qué actitud, qué claves vamos a facilitar a nuestros lectores/oyentes para que, por sí mismos, sean capaces de darse cuenta del fenómeno y reaccionar?
Un elemento más a tener en cuenta es: el tratamiento sensacionalista de temas serios. En muchas ocasiones los medios de comunicación informan de temas muy serios pero lo hacen en forma tan sensacionalista que resulta contraproducente. Uno de esos, por ejemplo, es el de la corrupción, a todos los niveles de la vida pública.
La corrupción como noticia ha sido uno de los fenómenos informativos más espectaculares de los últimos tiempos y en diferentes países. Corrupción a todos los niveles, desde los empresariales hasta los políticos y en las más altas instancias de las instituciones del Estado. Ello ha tenido efectos positivos y negativos. Entre los primeros, la evidencia del desenmascaramiento de los corruptos, la petición de responsabilidades políticas y de sanciones penales, la reflexión de la necesidad de una conducta ética, la exigencia de una mayor vigilancia social, necesaria para una sociedad democrática, y el incremento de credibilidad en los medios, en particular de la prensa escrita, que ha sido, en muchos casos, la que más ha denunciado esa corrupción.
Pero también pueden apuntarse algunos efectos negativos: el tratamiento del tema de la corrupción, muchas veces explicado de manera sensacionalista, puede provocar una tendencia excesiva a la generalización, que desemboca en una desconfianza en el propio funcionamiento de las instituciones del sistema democrático o, lo que es todavía más grave, en la generalización de la sospecha. Y la sospecha no se basa en datos comprobados, que son los que debe aportar un periodismo serio y responsable, sino en meras suposiciones. Y ante esto ¿cómo vamos a explicar la diferencia de credibilidad informativa que hay por ejemplo, entre los datos comprobados, los indicios razonables o la mera sospecha? ¿Cómo vamos a darles las herramientas necesarias para distinguir las noticias que están basadas en una mera suposición o las que aportan fuentes fiables?
En todo esto tenemos que pensar: salir de la rutina y buscar los modos en que nosotros empoderamos a nuestros receptores para avanzar en la consolidación de lectores y oyentes críticos.
http://www.prensatucuman.com.ar/not_ver.ficha.php?v=268
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7 comentarios:
Hola Gal. Que claridad que tiene este tipo al hablar de periodismo.
No comparto tanto esto: "¿Qué es cierto y qué es falso? El sistema en el que evolucionamos funciona de la siguiente manera: si todos los medios de comunicación afirman que algo es cierto, entonces ¡es cierto!"
Creo que ese concepto esta siendo puesto en tela de juicio, el proceso es lento, pero yo veo algo de eso.
PD: Le costo bastante a El Diplo comprender al gobierno de Kirchner. Ahora al menos rescatan cosas, al principio fulminaban desde izquierda.
saludos
Me resultó muy interesante lo que posteaste Gal!
yo todavía veo que la mayoría de los medios actuan de una forma corporativa y heterogénea(distintos grupos, un mismo objetivo).
Algo que vi en 6-7-8...
¿sabías que Macri vetó 18 leyes en enero?
¿sabías que no supo responder ante una pregunta de Tenembaun por qué había vetado tal ley??? es muy difícil enterarse cuando los medios apañan-como en este caso a Macri-
¿te imaginas si esto mismo lo hubiera hecho Cristina y ante la pregunta hubiese respondido "no sé" como respondió Macri??
¿te imaginás una inundación que tenga a Cristina en lugar de Macri?
no tengas dudas que la estarían destruyendo!
Es muuuy difícil revertir-certeza en mano-algo que los medios instalaron premeditadamente en la sociedad!...y lo hacen seguido!!!
te dejo un saludo Gal!
Adal
Ariel, Hola estuve releyendo el texto... es muy rico... El abordaje de Ramonett es muy claro.
Y el va situando la responsablidad del lector, del usuario o televidente en la busqueda de la información y en como las nuevas tecnologias, de alguna manera van creando un agujero en esa pared de la agenda mediatica, repetición basada en la repetición. Y justamente los blogs, me parece que apuntan a eso... crean un corte en la repeticion y al abordar el tema... muestran otra visión de los hechos, que profundiza y ahonda en lo que se dice en los medios tradicionales y tambien hacen lectura de los hechos.
Ramonett lo dice claramente: "Actualmente, gracias a Internet, cada uno de nosotros puede no sólo convertirse en periodista, sino ponerse a la cabeza de un medio de comunicación"
Hola Adal,
La verdad, este texto a mí me parecio muy valioso.
Ramonett dice, muchas cosas para pensar entre ellas:
"Los ciudadanos también tienen su responsabilidad en este asunto, porque informarse es una actividad, no es algo pasivo."
Hoy, la censura ya no funciona por restricción o por supresión, como se hace en los países donde se mata o se encarcela a los periodistas o se cierra un periódico, etcétera. En las grandes democracias desarrolladas eso prácticamente ya no ocurre, pero lo que sí ocurre es que hay mucha información que no circula, por que hay sobreinformación, es decir que en las democracias, la censura funciona por asfixia.
Si vos te fijas, a veces pensamos que tal medio, no pasó una noticia; peor en relaidad lo hizo. Lo hizo solo una vez... con lo cual así puede decir que no la ocultó. Pero en la practica vemos que no le dio el tratamiento que le da a otras para instalar agenda... con la repeticion cosntante.
Por eso hoy las cadenas o los cales de notiicas son tan importantes... en 16 horas de emision cada vez que dan los titulos del dia... tienen garantizada una repticion constante del tema dos o tres veces por hora.
MIRA ESTE VIDEO:
http://www.youtube.com/watch?v=AGWECWAcnjE
Y agregale esta lectura de Ramonett: Hoy en día, a la pregunta sobre cómo estar mejor, cuando ya se está bien, se responde: comunicación. ¡Comuníquese y se encontrará mejor!... Lo mismo pasó con Chirac. La gente decía cosas tales como "no consigue establecer una buena comunicación", "todavía no se ha dirigido a los franceses", "hace tres meses que no se le ha visto", etc.
Y para finalizar te dejo este parrafo de la segunda nota:
Las capas sociales más modestas apenas consumen otros medios de comunicación y casi nunca leen periódicos; por eso no pueden cuestionar la versión de los hechos propuesta por la televisión.
El telenoticiero constituye la información del pobre. En esto estriba su importancia política. Manipula más fácilmente a los que menos defensa cultural tienen.
Ramonet, con una sola T. En los mensajes fueron con dos t-.
Hola Gal!
vi el video que me dijiste y quería hacer una pequeña reflexión:
el otro día un blog-no me acuerdo cual-hacía una crítica al programa 6-7-8 por ser muy oficialista y algunos compañeros blogueros coincidian.
Yo para nada coincido, ¿que me importa que sea oficialista uno de los pocos medios que rescata-con una buena producción de edición-cosas que no podemos ver en otros medios??
está bien que sea así
cuando lo veo es un poco de aire fresco....algunos blocs deberían pasarlo en cadena nacional, je!
Buen fin de semana Gal!
Adal
ahhh, respecto al video
es impresionante como tratan de insertar un tema en la sociedad
es repugnante para mí!
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